Actualmente, vivimos en una sociedad donde las personas solicitan su instante de fama y parece que todos debemos ser exitosos emprendedores. Donde se valora sobre todo la victoria, y no se presta atención al esfuerzo. Poco se habla de las derrotas, de los tropiezos, de las veces que nos va a tocar volver a empezar de cero. De los que pierden, de los últimos de la fila, de los que no consiguen sus sueños. De los que se amilanan cada vez que fracasan y no son capaces de volver a empezar.

Sería más sencillo si desde pequeños nos hablasen de un éxito bien entendido, ese que significa seguir trabajando, aunque no veamos resultados, seguir creyendo en nuestras potencialidades cuando todo parece difícil. Ese que no nos obliga a ser excelentes en todo, que nos demuestra que los tropiezos son grandes maestros, que conecta nuestros intereses con la emoción.  Ese, donde se cultiva la virtud de la paciencia, de la observación, la capacidad de valorar todo aquello que los demás consiguen. Luchando por nuestros sueños sin tener que esperar la aprobación de los demás, creyendo en el trabajo en equipo y en la necesidad de la adaptación constante

Como padres es necesario enseñar a nuestros hijos que el éxito es ser capaz de comprometerse con todo aquello que les apasiona, sin necesariamente demostrarlo. Que triunfar es ser capaz de disfrutar de lo cotidiano, saber agradecer todo lo bueno y reír sin mesura, apreciar la belleza de los momentos y detalles.  Que el resbalón no significa una caída, sino seguir avanzando. Que el verdadero triunfo es el que se logra luego de recorrer un camino de aprendizajes e incluso aceptar que las cosas no salen siempre como lo esperamos. Qué el éxito no se mide por el reconocimiento, sino por el esfuerzo y valentía. Que sean capaces de ponerle nombre a lo que sienten y hacerle frente.

Equipo de Psicopedagogía.

–  Se adjunta documento explicativo: “EDUCAR DESDE LA DERROTA”