La intolerancia a la frustración es vista como uno de los males de nuestro tiempo, sobre todo en niños y adolescentes. Cuando hablamos de ella nos referimos a la incapacidad para aceptar que la realidad no es tal y como uno querría que fuera.
Es un hecho que los padres queremos lo mejor para nuestros hijos; sin embargo, en el intento de darles todo, podemos caer en el error de no dejarles desarrollarse como personas, ni permitirles experimentar la vida por ellos mismos.
Lo lamentable es que estos comportamientos que pueden parecer grandes muestras de amor y protección, a largo plazo desarrollan niños y adolescentes carentes de habilidades para hacer frente a la vida; habilidades que son indispensables para su futuro, especialmente cuando solo dependa de ellos.
La tolerancia a la frustración es una de estas habilidades que las personas necesitamos desarrollar, a su vez está relacionada con la resiliencia y la capacidad para enfrentar situaciones desagradables.
Las personas con baja tolerancia a la frustración presentan dificultades para controlar sus emociones, son más vulnerables al dolor emocional, tienden a la impulsividad e impaciencia, lo cual interfiere en su adaptación a entornos cambiantes.
Tolerar la frustración, es ser capaz de afrontar los problemas que se presenten a pesar del malestar y el dolor que estos puedan causar, lo que permite adaptarse mejor a las situaciones y, por tanto, reaccionar de manera adecuada. Esto es sumamente importante a la hora de educar a las nuevas generaciones.
Equipo de Psicopedagogía.
Se adjunta documento explicativo: “CONSEJOS PARA ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS A TOLERAR LA FRUSTRACIÓN”