«La vida humana tiene un gran valor a los ojos de Dios. Si, en algunas circunstancias, algo atenta a la salud y la vida de muchas personas, y quizás también a la nuestra, no debemos sentirnos solos frente a este enemigo»
Debemos enfrentar esta emergencia de salud internacional con seriedad, serenidad y coraje pero siempre poniéndonos a disposición de algunos sacrificios en nuestros estilos de vida diarios para el bien común.
Un pensamiento que en especial lo dirigen las familias, que son llamadas, con amor y un sentido de gran responsabilidad, a cuidar y acompañar a sus miembros afectados por COVID-19, a cuidar a los ancianos que no pueden salir de la casa debido al riesgo de contagio, a los sujetos más débiles debido a otra enfermedad que ya está en progreso y a los niños que deben quedarse en casa por razones de salud.
La familia debe convertirse en un recurso, una fuerza impulsora y una fuerza de difusión para el sentido de responsabilidad, solidaridad, fortaleza y prudencia, el intercambio y la ayuda mutua en la dificultad.
Durante este tiempo que debemos permanecer en casa, que sea un pretexto para estar juntos, y digámosle a nuestra familia: «todo pasará pronto», «todo va a salir bien», «seamos fuertes», «sonriamos», «juntos ganaremos», «no te olvides de sonreír», «juntos somos más fuertes», «ánimo, Perú».
La familia es una de las obras maestras de Dios y la naturaleza, el vínculo que te une a tu verdadera familia no es el de la sangre, sino el del respeto y la alegría que tú sientes por las vidas de ellos y ellos por la tuya.
Equipo de Psicopedagogía.
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