Vivimos tiempos difíciles que seguro muchos de nosotros no pensábamos pasar, que lo veíamos como algo lejano, algo que no nos tocaría vivir. El miedo, la incertidumbre y la desesperanza empieza a apoderase de nosotros, somos conscientes de nuestra fragilidad. La necesidad de controlar lo incontrolable se hace parte de nosotros, buscamos soluciones inmediatas, pero nada nos parece suficiente. Día a día vemos noticias desesperanzadoras, las cifras de contagiados y muertes se incrementan, nos es difícil saber cuándo acabara esto.
Sin embargo, ahora estamos más atentos a la necesidad del otro, nos solidarizamos y agradecemos a aquellos que están fuera velando por nosotros, ahora nos preocupamos por nuestra salud y la de los nuestros, incluso nos conmueve ver personas que están alrededor del mundo padeciendo. Pero ¿qué pasaba antes?, ¿le prestábamos la misma atención a la necesidad del otro?, ¿éramos igualmente agradecidos?, ¿cuáles eran nuestras prioridades?
Este es un tiempo para reflexionar, busquemos un espacio de intimidad con nosotros mismos para pensar en cómo estamos llevando nuestra vida; es algo a lo que no estamos acostumbrados. Prestemos mayor atención a lo que pasa a nuestro alrededor, a lo que sienten, partiendo desde casa, nuestros hijos, esposo(a), pareja, hermanos, padres, familiares, etc.; valoremos estos momentos que son únicos e irrepetibles. Seamos más agradecidos, desde el momento en que nuestros ojos se abren, estamos con los nuestros, tenemos alimento y donde dormir, ¡tenemos vida! y eso ya es un regalo; las cosas más hermosas del mundo no tienen precio, aprendamos a disfrutarlas y darles el valor que merecen.
Busquemos más de Dios, Él nos conoce incluso más que nosotros mismos, y está con sus brazos abiertos esperando a que corramos hacia Él. Él no se aleja, nosotros somos quienes lo hacemos. Este es el momento para volver a casa a encontrarnos con aquel que dio su vida por nosotros y nos ama sin condiciones. Contamos con una herramienta poderosa, que el mismo Señor Jesucristo nos enseñó, y de la cual muchas veces no hacemos uso: la oración; esta no es en un solo momento del día y a una hora específica, esta debe darse en todo tiempo… en familia… a solas… en pareja.
Instamos a toda la comunidad mercedaria a aprovechar esta situación que nos toca vivir para crecer en nuestra vida espiritual. Son días en los que se nos pide quedarnos en casa. Dispondremos de tiempo para muchas cosas, entre ellas, regalar tiempo a Dios. La reclusión en nuestras casas puede ser un buen momento para el recogimiento y la oración personal y familiar. Es también un tiempo ideal para la lectura de la Palabra de Dios. Reservemos algunos momentos para la lectura atenta y orada de los pasajes bíblicos. Este tiempo que nos toca vivir es una gran oportunidad para el diálogo profundo en familia, para repensar nuestros esquemas de valores. Pidamos a Dios que nos ilumine y que nos guarde siempre en su paz.
Equipo de Psicopedagogía.